Bueno pues aquí va otro post de esos sensiblo-nostálgico de los míos.
Aun recuerdo esa sensación de poder, aun puedo sentir aquel orgullo al ver a mis tropas desplegadas. Allí, sobre un campo de batalla improvisado con un tablero de madera y piedra con algunas edificaciones diminutas (las que menos), allí se alzaba un ejército fiero y terrible, soldados de armaduras fantásticas sobre chasis de plástico y metal. Guerreros fieles tan sólo a mí, impasibles, sin más conciencia ni remordimientos que aquellos que yo les quisiera imbuir.
Los Eldar de Ulthwé, se llamaban, una raza tan antigua como el mundo, que evolucionados a partir de los altivos Elfos luchaban para defender sus titánicos mundos-astronave.
Tan solo eramos unos adolescentes, pero en aquellas batallas no dábamos cuartel, nuestros cañones silbaban con las primeras tiradas, decenas de soldados avanzando por el campo de batalla, desplegándose estratégicamente, enormes máquinas de guerra resquebrajando tanques, partiendo sus blindajes y aplastándo a sus pilotos. ¡Qué tiempos aquellos! Las tropas del enemigo eran fieras y despiadadas: orcos, guerreros del caos, demonios y un sinfin de criaturas espeluznantes. Pero mis legiones nunca se acobardaron, con sus armaduras abolladas y la pintura descascarillada por los impactos veían como sus compañeros caían con las embestidas del enemigo y aun así se mantenían inmóviles frente a ellos, daba la sensación de que ni si quiera pestañeaban. Mantenían su expresión firme y desafiante esperando que la dama suerte les sonriera y la próxima tirada les permitiera descargar sus rifles sobre el enemigo.
Ahora esos soldados descansan en sus barracones, disfruntando de la victoria que tanto les costó en aquella guerra. Allí con sus armaduras aun por reparar tienen su merecido descanso tras aquella época de incesantes batallas, en las que la guerra era un juego y los soldados que caían sólo se retiraban a una esquina del tablero para esperar a la siguiente batalla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario