martes, 2 de agosto de 2011

Harry Potter: platino literario, oro cinematográfico.


Y continuamos con el maratón de cine de verano.

En primer lugar, aunque con algo de retraso, hablemos del niño prodigio de Inglaterra que cierra su saga con la octava y última película.

En 2001 empezé mi carrera universitaria y dos películas serían las que marcarían el fin de una era para mí y el comienzo de otra más emocionante. La primera fue "La comunidad del Anillo", primera parte de la trilogía de El Señor de los Anillos, cuyo análisis no viene al caso ahora pues bien merece su propio post, o incluso su propio blog.
La segunda película fue Harry Potter y la piedra Filosofal. Arrastrado por mi familia por interés d emi hermana pequeña, terminé viendo esta obra que en un principio no llamaba especialmente mi atención pese a que el fenómeno literario empezaba a resonar ya en los lectores más jóvenes.
Fue una sorpresa agradeble encontrar una película con una historia desconocida y apasionante narrada en una mundo genialmente creado y acompañada de una sobervia banda sonora, como cabe de esperar del maestro Williams.

Y fue tras su segunda parte, esa Cámara de los Secretos en el año 2002 cuando no pude remediar el iniciar la lectura de las obras ante la impaciencia y la imposible espera de las películas que acontecerían.

Y así una tras otra hemos ido viendo en estos últimos 10 años como la obra cubre de Rowling pasaba del libro al cine. Aunque esta vez los visionados ya serían con las obras leídas y aprendidas.

Fue quizás por esto último que:
- El Prisionero de Azkaban: se me antojó torpe y atropellada, omitiendo grandiosos detalles de los progenitores de Harry Potter y negándole algo de magia a los espectadores no lectores.
- El Cáliz de Fuego: correcta, a pesar de la pérdida de argumentos secundarios como el de los elfos domésticos y el innecesario planteamiento de una promoción de magos adolescentes ebrios de testosterona y ganas de botelleos y conciertos.
- La Orden del Phénix: una interesante lección de como convertir el peor libro de toda la saga en uan película sorprendentemente entretenida.
- El Príncipe Mestizo: una interesante lección de como anular por compelto un libro para dedicarse a plasmar que los magos adolescentes gustan de flirtear a escondidas y enrollarse por los torreones, en detrimento de unos orígenes de Voldemort inexistentes y una batalla final olvidada. Incluso la escena de la caída de Dumbeldor es vilmente entorpecida por un Harry que se queda mirando como tonto en lugar de petrificado ¿Tanto costaba? ¿Alguien que no haya leido el libro entendió el concepto del Príncipe Mestizo?

Y así llegamos a la última obra, no sin antes haber recorrido un camino torutoso, con obras que entretuvieron a los espectadores con su gran calidad visual, pero que al final dejan confundidos a los alérgicos a los libros en una maraña de datos inconexos y crean una sensación de añoranza a los lectores.

El autor del deprorable Príncipe Mestizo debió tener una iluminación a la hora de llevar a cabo la adaptación del último libro. En primer lugar decidió dividirlo en dos partes, gran acierto pero un gran riesgo también.

Muchos de los que se hayan leído el último libro, coincidirán conmigo en que la primera parte es bastante más lenta y farragosa. Importante y completa en lo que a tratamiento de personajes se refiere. El triángulo Harry-Ron-Hermione se ensalza hasta lo más alto, más que en ninguna novela, dando a los tres protagonistas el tratamiento más profundo y adulto recibido hasta el momento. Pero la acción escasea.
La primera parte es eso.. es el dramatismo de los tres preadultos sólos en un bosque sin la protección de sus profesores, con la pena por la muerte de amigos y totalmente indefensos ante un enemigo aparentemente invencible. Una adaptación digna que muestra lo que es pero que permite centrar la segunda parte en el apóteósico y digno final que esta saga merecía.

Y así David Yates llega a las Reliquias de la Muerte (Parte II) que saltándose algunos pequeños detalles de la trama literaria, a mi gusto inecesarios, crea un apoteósico climax de aprosimádamente 3 horas en la que todo lo acumulado durante diez años explotará en una descarga de adrenalina, muertes y victorias.

La música nos envolvera con magnificéncia épica mientras Howarts se prepara para convertirse en el mismísimo Abismo de Helm. Aplaudiremos ante un Harry que emana grandeza y poder para desafiar a sus enemigos al tiempo que sus compañeros permanecen altivos a su lado. Nos emocionaremos con el trágico pero solemne final que otorga la gloria a uno de los grandes de la saga y que por fin ocupa el lugar que merece en esta obra, siempre gracias a la impresionante interpretación de Aln Rickman.
Y finalmente un escalofrío nos recorerrá la espalda cuando oigamos el último Avada Kedabra, la música suene y sepamos quien es el triunfante final de esta guerra.

Aunque sabía que vendría, no pude evitar un suspiro de tristeza con el epílogo final. Es el fin de una saga. Un final tan digno como el episodio III o el Retorno del Rey. Una obra llevada con esmero y con respeto a todos aquellos que han seguido la saga durante esta década de cambios.

Harry Potter ha llegado a su fin, se marcha para dejar paso a otros nuevos héroes que se convertiran en iconos de las próximas décadas. Pero se marcha por la puerta grande con un final digno de un gran mago, un final digno de un aplauso como pocas veces he presenciado en una sala de cine.

La obra que se despidió con una medalla de platino ha alcanzado con esta película su oro cinematográfico.

Un 9.5/10